Traducir un contrato es uno de los encargos más difíciles para el traductor. Primero tiene que estar especializado y haber recibido la formación adecuada. Hay fórmulas que se dicen de una manera y no de otra, por lo tanto no se pueden inventar frases. Lo mismo para con la terminología: el “declarante” por ejemplo se traducirá solo de una manera en caso de contratos, dependiendo del idioma a traducir evidentemente.
En Open Idiomes traducimos cada vez más contratos, que proceden generalmente de clientes bufetes de abogados, debido a la globalización general de las empresas. Nuestros clientes necesitan conocer los pormenores de los contratos antes de firmarlos, de ahí la importancia de entregar una traducción perfecta. Si son contratos que no deben presentarse a organismos públicos u oficiales no será necesario hacer una traducción jurada, pero en todo caso sólo un traductor profesional con experiencia en textos jurídicos se podrá encargar del trabajo.
Cada lengua tiene sus acepciones, sus formas de expresarse y el mundo jurídico no escapa de la regla. Conviene siempre redactar de la manera más clara posible para evitar cualquier inequívoco o vacío legal.
A parte de la traducción en sí, la presentación difiere según el idioma y conviene adaptarla a la lengua traducida. Algunos idiomas ponen la fecha a la derecha, otras a la izquierda. Pasa lo mismo con el encabezamiento y la fórmula para despedirse.
En resumen, el cliente debe asegurarse del proceso de calidad que seguirá su proveedor de traducciones antes de encargarle un contrato a traducir, la importancia del resultado obliga a la mayor comunicación posible entre cliente y proveedor para evitar cualquier malentendido y ofrecer una traducción de calidad óptima.
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