Con la llegada de la crisis en el 2008 no pocos clientes decidieron encargar los trabajos de traducción de su empresa a personas internas o incluso hacerlos ellos mismos. Eso se concretó en un sinfín de problemas para muchos al no tener la preparación adecuada y desconocer los pormenores de una profesión que exige dedicación y experiencia. La mayoría han vuelto a trabajar con sus proveedores habituales. Pero ¿cuáles son los riesgos de hacer una traducción uno mismo?
- Primero se pierde mucho tiempo. Al no estar uno acostumbrado a redactar y a traducir a otro idioma tarda mucho más que un traductor acostumbrado a hacerlo ocho horas al día. Todo este tiempo perdido se podría emplear para hacer otras tareas necesarias en la propia empresa. O sea lo que se ahorra por un lado se pierde por otro.
- No siempre la lengua traducida es la lengua materna de uno, por lo tanto hay un problema de desconocimiento lingüístico para poder efectuar una traducción de calidad. El resultado será un patchwork literal.
- Si se contrata a una persona para efectuar la tarea de traducción en la propia empresa, pues la verdad no sale a cuenta por los costes laborales, es preferible trabajar con una empresa externa de traducciones que factura por palabra pero sólo cuando se requieren sus servicios.
- La traducción final será la imagen de su empresa al mundo exterior por lo tanto es importantísimo cuidarla. Hacer la traducción uno mismo no es la mejor manera la verdad, mejor confiar el trabajo a unos profesionales.
Ya conocemos el refrán “quién mucho abarca, poco aprieta”: querer hacer un trabajo que no corresponde a nuestra capacidad es de alto riesgo, especialmente cuando nuestra imagen está en juego. Como siempre decimos para abaratar costes la mejor manera es reducir el tamaño de los textos a traducir. La gente suele ser prolija y se repite muchas veces cuando escribe, hacer un resumen viene a ser la mejor manera de disminuir el precio final de la traducción, sin olvidar que el lector siempre prefiere leer textos cortos que largas frases.